30/12/10

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27/12/10

Terror clásico a ciegas


Conviene no dejarse engañar por el tandem Belén Rueda – Guillermo del Toro: Los Ojos de Julia está más cerca del suspense clásico que del terror gótico, más cerca de Psicosis que de El Orfanato y todas las que la precedieron (y que siguen el esquema “viejo edificio marcado por un suceso pasado terrible, habitado por espíritus penitentes que hacen la vida imposible a el /la protagonista”).

Huyendo de alucinaciones, flashbacks y demás golpes (bajos) de efecto, propios del thriller trascendentaloide y del terror espectral-digital del nuevo siglo, Guillem Morales parte de elementos tan viejos y tan efectivos como la ceguera y el miedo a la oscuridad, y se apoya en una planificación realmente inspirada, en una fotografía grisácea, desaturada y contrastada, y en el buen uso de una banda sonora digna de mención. Con estos mimbres, Morales mantiene durante todo el metraje una inquietud sostenida por una atmósfera tán inquietante como los negros nubarrones que se ciernen en todo momento sobre el cielo de esa geografia imaginaria y universal, de unas localizaciones que remiten a muchos de nuestros miedos sin llegar nunca a la impostura.

Entendiendo el suspense como constante inquietud, y no como colección de sustos más o menos ingeniosos, Los Ojos de Julia funciona endiabladamente bien, pese a algunos agujeros del guión. Y lo hace básicamente porque su director sabe en todo momento lo que tiene entre manos, y le saca todo el jugo posible. El trabajo de cámara es en todo momento orgánico en su conexión con el tema, jugando con lo que se ve y lo que no se ve (o lo que nosotros vemos pero la protagonista no puede ver), y la fotografía crea un interesante contraste entre luces y sombras. Así, el film contiene algunas decisiones realmente acertadas, y escenas memorables, como la persecución por el pasillo al tiempo que se encienden los fluorescentes, la desapercibida huida del asesino del lugar del crimen desde su punto de vista, el desvelado de la identidad del criminal o una lucha final al ritmo de los inquietantes fogonazos de un flash, con ecos de El Silencio de los Corderos.


El apartado actoral es otro de los grandes sustentos del film. Belén Rueda lo borda, frágil y fuerte, tierna y valiente a partes iguales, en un huesudo equilibrio. Lluís Homar aporta su buen hacer, y comparte con ella momentos realmente intensos y emotivos, sobre todo durante la secuencia del viaje a esa hipotética Bellavista. Pero la revelación es Pablo Derqui, el perfecto hombre invisible,…y hasta aquí puedo leer.

Sin embargo, Los Ojos de Julia no es una película redonda. Y no lo es porque su guión denota algunas flaquezas, además de varias licencias destacables. Pese a que sería injusto restarle su parte de culpa en el suspense que recorre todo el film, y a pesar de unos buenos diálogos, el encaje de las piezas resulta, sin embargo, algo intrascendente (el papel de algunos secundarios, algún descubrimiento prescindible o los propios motivos de asesino), de modo que, una vez finalizada la función, el puzzle al completo carece quizá de la entidad suficiente para calar más hondo.

Los Ojos de Julia es, pues, un film deslocalizado y atemporal que funciona a base de escenas, de continuas ideas cinematográficas, apoyadas en una interesante fotografía, un gran desempeño actoral y una banda sonora remarcable, y cuya aparente falta de mayores pretensiones juega en su favor y en su contra. Buen cine de género, que logra inquietar y emocionar sin resultar pretencioso. Una pequeña joya, sencilla y tremedamente efectiva.
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