Varias cosas hacen de Drive una
de las películas más estimulantes de los últimos tiempos, y casi todas tiene
que ver con la arriesgada apuesta de Winding Refn de ir a contracorriente del
cine actual e incluso del propio genero: su
homenaje al heroe romántico, su apuesta por los silencios, su puesta en escena
pausada, estilizada e hipnótica, y cierta (sólo cierta) estética ochentera, básicamente en su
banda sonora y sus títulos de crédito. Todo ello conforma lo que se ha llamado
un ejercicio de neonoir, y explica su
encumbramiento instantáneo (quizá algo exagerado) como peli de culto.
Habrá quien piense que ese
conductor sin nombre interpretado por Ryan Gosling es demasiado plano, y no le
faltará razón: apenas sabemos nada de él (ni siquiera su nombre) y su gesto
hierático y sus silencios parecen una barrera infranqueable para llegar a
conocerle. Sin embargo, a veces es preferible saber poco de un personaje y
quedarse con ganas de saber más de él (algo que parece que sí sucede en la
novela de James Sallis, adaptada por Hossein Amini), que saberlo todo de otros
personajes carentes de interés que pueblan las pantallas hoy en día.
Y es que ‘Drive’, lejos de esa corriente de la narrativa que dice que los
personajes deben mostrar su interior, deben evolucionar y ‘aprender’ algo por
el camino, parece beber de la tradición
del héroe de acción pétreo, de ese romanticismo del tipo duro de toda la vida incapaz
de cambiar, y me recuerda particularmente a la figura del cowboy, condenado por su propia naturaleza solitaria y su
incapacidad para establecer relaciones exentas de violencia, o hasta cierto punto al
mítico guardaespaldas interpretado por Kevin Costner en el film de los 90, ese
tipo duro emocionalmente disciplinado, que arrastra un tremendo trauma de
romper todo lo que toca, o incluso a un Dexter menos amable y sin una voz en off que nos ayude a comprenderle. Eulàlia Iglesias, en Cahiers du Cinema, aporta algo más de luz a la impenetrable
psicología de este conductor, cuando habla de su “insospechada capacidad para
la agresividad y el retraimiento de quien se sabe condenado por ello”. Su hieratismo es como un esfuerzo de contención, como un intento de
evitar que el escorpión que lleva en la chaqueta (un icono pop fílmico desde
ya) lance su picadura mortal sobre la rana.
La relación que establece con Irene
(Carey Mulligan, ahora en 'Shame') también puede parecer plana, poco desarrollada y algo
arquetípica, pero hay algo que la hace especial: se dicen más con los silencios
que con las palabras. Y eso hoy en dia, es mucho decir.
Hay besos que hacen perder la cabeza...
Mención aparte merece la maravillosa,
casi lynchiana, puesta en escena de Winding Refn. En los tiempos de The Fast & the Furious, Transporter, y todas sus adrenalíticos
(y estúpidos, con perdon) sucedáneos, la primera escena de Drive es un tutorial
sobre cómo generar tensión sin quemar tanto carburante, usando tanto el cerebro
y la pausa para construir una escena de acción (se diría que interior) como el
mismo conductor para escapar de sus perseguidores. A continuación, unos títulos
de crédito al ritmo de sintetizadores (genial
la BSO, que podeis escuchar aquí), para un film que se queda con
lo mejor de la (a veces muy hortera) estética ochentera y la estiliza. Tiene ‘Drive’ cierta cualidad hipnótica que me
encanta (¡esas escenas de acción en un sordo ralentí!), y que debe mucho también
a la excelente fotografía de Newton Thomas Sigel .
Sin embargo, no les falta a los
que critican el film de Winding Refn por su violencia gratuita. No nos
engañemos, así como el éxito de Pulp Fiction se debió, entre otros muchos
factores, a su violencia tan estilizada y
desdramatizada, Drive ganará muchos adeptos por la misma razón. Los baños de
sangre cool (si tienen cierto poso
existencial, como en este caso, mejor), suelen gustar. Pero en mi opinión, era
innecesaria tanta sangre fácil que, si por un lado subraya la ‘naturaleza
fatalmente violenta’ del protagonista, a veces está fuera de lugar (¡¡atención,
spoiler!!): ¿es coherente que un
villano al que se pretende humanizar mediante la duda, la comprensión y el remordimiento le
clave un tenedor en el ojo y apuñale en la garganta a un secuaz para eliminar
un testigo? ¿Desde cuando un crimen estratégico es pasional? Sí, la escena del
ascensor mola mazo, pero ¿realmente le reventaríamos el cráneo a pisotones a un
enemigo ante la chica de nuestros sueños, sin pensar que podríamos llegar a
asustarla un pelín? Es en estas incoherencias donde se le ve el plumero a
Winding Refn en su (innecesario) intento de que su peli sea todavía más ‘molona’ o impacte más por la vía sangrienta.
¿Es Walter White? ¡No, es el genial Bryan Cranston!
En cuanto al reparto, Gosling está excelente logrando expresar mucho con muy poco,Carey Mulligan se defiende bastante bien, y el elenco de secundarios es genial: Albert Brooks da auténtico pavor en su cambio de registro como un villano tan humano como cruel. Los años le sientan muy bien al simiesco Ron Perlman, y para acabar de flipar, sale el sublime Bryan Cranston (¿pero dónde ha estado este hombre escondido hasta que empecé a ver Breaking Bad?), lo cual es para mi todo un evento en sí mismo.
En mi opinión (si algo ha
suscitado este film ha sido opiniones de todo tipo) estamos ante una
estimulante mezcla de muchas influencias (su homenaje al llanero solitario, al
cine de persecuciones al volante, al pop ochenteno, a la estética Lynch, su gore
à la Noé), donde, en lugar de
resultar en un pastiche, el todo es mucho más que sus partes, conformando uno
de los mejores y más sólidos ejercicios de estilo a contracorriente de los
últimos tiempos.
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