“Las
ventajas de ser un marginado” ('The perks
of being a wallflower') se basa en el libro del mismo nombre, que su autor, Stephen Chbosky adapta al cine y dirige. Charlie, el protagonista, es el marginado en
cuestión, hasta que, tras sus primeros y sufridos días de instituto, conoce a
dos hermanastros igual de outsiders que el, pero más molones. Ellos le
introducen en la “buena música", las fiestas, la droga y la amistad verdadera.
Patrick es rematadamente gay, y Sam, claro está, acabará conviertiéndose en el
amor platónico de Charlie.
De
entrada, y aunque es una de esas pelis que caen simpáticas, he de decir que la historia se apoya en esa falacia (convertida en lugar común del
cine y la sociedad del siglo XXI) de que ser diferente, ser un misfit, mola mogollón. Los protagonistas
se consideran a sí mismos “juguetes rotos”. Eso sí, son juguetes guapos (Emma
Watson, esa cosita encantadora), cools y adorables. Pero ya se sabe, ahora lo
que se lleva es ir de outsider, ser
diferente, aunque todo el mundo sea igual de diferente. Seamos honestos, ser un marginado sólo tiene ventajas si es en grupito y lo pasas guay de fiesta en fiesta. Pero entonces, eso no es ser un marginado.
Marginados, pero molones hasta decir basta.
Casi más dramática que cómica. En fin, moralinas aparte, el film
es una mezcla extraña entre comedia de instituto y drama de adolescencia con
protagonista atormentado que en algún momento recuerda al Timothy Hutton de ‘Gente Corriente’ (Roberto Redford, 1980), aunque en honor a la verdad hay que decir
que pesa más lo primero, también es cierto que tiene un cierto poso amargo.
Como peli de instituto es más madura (y los protas menos hostiables) de lo que podríamos
pensar a priori. De hecho, no estamos ante un film adolescente al uso. El target es un espectador más crecidito y
nostálgico de su adolescencia. De ahí, quizá, el poso amargo.
Un sutil ejercicio de nostalgia. Sin duda uno de los puntos
destacables es su ambientación atemporal. Los personajes visten de forma más o
menos actual, pero llama la atención que intercambian mixtapes (cintas de cassette con recopilaciones grabadas por uno
mismo, ¡yo de esas hice unas cuantas!) o singles de vinilo. Además, la banda
sonora (en lugar de a Kesha o Taylor Swift) remite al rock de los 70 o incluso
al pop de los 80 y hay un homenaje a esa obra de culto que es ‘The Rocky Horror Picture Show’. Pero no,
no estamos ante un popurrí melancólico, esto no es American Graffitti. Entre otras
cosas, por que tampoco queda muy claro en que época se sitúa la acción. A Chbosky
le importa más la historia que la ambientación, que casi resulta invisible. Por
eso quizá se nos pueda escapar que (como me hizo notar Monidala) en ningún momento aparecen ni
móviles ni ordenadores, ni Internet. Es como si Chbosky hubiese pensado que esa
historia (al igual que la adolescencia de los que pasamos de los 30) hubiera
sido imposible entre nativos
digitales.
"Charlie, si quieres podemos ser follamigos. O mejor, ¿nos montamos un trio?"
Crudeza y profundidad. En un momento de la película, en
plena fiesta en casa de la Sam (Emma Watson), Charlie y ella están en su cuarto.
Es uno de esos momentos en los que sabes que por fin se van a declarar su amor,
y se van a besar. Entonces ella le confiesa que su primer beso fue con un amigo
de su padre, y que desde bien jovencita se acostaba con tipos más mayores que
ella. Charlie, claro, flipa. Y acaban diciendose “I love you”, pero es un “te
quiero” doloroso, y no queda muy claro si es en plan amor o en plan amigo. Esta
escena es un buen ejemplo del tono de la película, de cómo cada vez que parece
ir directa a estrellarse con el tópico (las novatadas en el instituto, el gay
alocado, simpático y leal amigo del protagonista), finalmente lo bordea,
haciendo gala de una profundidad, una crudeza y una verdad poco usual en este
tipo de películas, lo que hace uno se la puede tomar extrañamente en serio. Otro
punto a favor es que no abusa del subrayado, y algunas situaciones (el trauma
de Charlie) simplemente se dan a entender sin remarcarlas en exceso.
Los jóvenes actores soportan el peso dramático de la historia más que bien, con mención especial para Ezra Miller, que interpreta a Patrick, uno de esos secundarios roba escenas. Y Emma Watson ... qué decir de Emma Watson (por cierto, ¿no se parece a Mena Suvari)? Con su pelito corto a lo garçon y sus rasgos algo masculinos, esta niña es tan guapa que duele mirarla. Pero en fin, ya paro, que podría ser mi sobrina.
¿¿Perrrdona?? "¿Rasgos masculinos"? O sea, ¿me acabas de llamar "machorra"?
Una peli
realmente interesante. El problema de “Perks…”, quizá, es que se quede en
tierra de nadie: que su público objetivo no vaya a verla por considerarla otra
peli de adolescentes, y que la generación whattsapp salga decepcionada porque
les parezca demasiado naïf, rara y porque no hay petardeo ni macrofiestas.