9/5/13

"La mula" llega a los cines sin Radford a bordo



En Septiembre de 2009 comenzaba en Córdoba, el rodaje de ‘La Mula’, la adaptación que Michael Radford (‘El cartero y Pablo Neruda’, ‘El mercader de Venecia’) se disponía a hacer del libro homónimo del escritor jienense Juan Eslava Castro. Nada parecía presagiar entonces los innumerables problemas entre Radford y la parte española de la producción, Gheko, la productora de Alejandra Frade, que acabaron con Radford desertando del rodaje y renunciando a firmar guión y dirección del film. Finalmente, el rodaje tuvo que terminarlo otro director contratado por la productora española.

La historia nos habla del cabo Juan Castro, un “mulero” traspasado por despecho al bando nacional de la Guerra Civil, combate sin demasiado afán ni ideales. Un día se encuentra una bonita mula blanca que arrastra el cadáver de un combatiente republicano. Con la misma facilidad que la guerra separaba familias y amigos, Juan decide cambiar de bando a Valentina (como así la bautiza) y adoptarla. En estas está Juan cuando conoce a Conchi (María Valverde), una hermosa joven católica del pueblo durante un baile. Mientras la corteja, y la guerra agoniza, Juan hace planes de futuro junto a Velantina y Conchi, llevando una vida sencilla en su quintería cuando acabe la contienda.


‘La mula’ es, ante todo, un entrañable y divertido alegato antibelicista, valiente además por situarse en el bando nacional para, huyendo de maniqueísmos panfletarios, mostrar la barbarie desde un punto de vista desmitificador (la genial escena de entrada, una mezcla de Berlanga y ‘Salvar al soldado Ryan’) y el sinsentido que la guerra representaba para gentes sencillas de ideales prosaicos como Juan Castro. Valentina, la mula que se convierte en motivo de lucha y de ilusión para Juan, se antoja una metáfora de la sencillez, de la humildad, del trabajo y la subsistencia, que era lo único que importaba a muchas personas durante la guerra. Otra potente imagen de gran consonancia es la de los campesinos mirando el zepelín nazi que sobrevuela su campos, cual ovni en plena invasión alienígena, incapaces de comprender cómo algo tan grande puede mantenerse en el aire.

Con un gran elenco de actores, entre los que Mario Casas y María Valverde (cuyo romance, al parecer, comenzó en el rodaje) son los ganchos más destacados, ‘La mula’ avanza sobre un guión muy bien trenzado, donde (sin haber leído la novela) se adivina la mano ‘americana’ del británico Radford. El film combina bien los momentos dramáticos y cargados de significado (la elección del bando por despecho, la lealtad de los amigos separados por la guerra, el alférez que no se atreve a cambiarse de lado) con la simpática comedia (el momento del obispo sobre la mula), a lo que ayuda la presencia de Secun de la Rosa (‘Días de fútbol), un habitual del género.

El film se estrena por fin el 10 de Mayo, tras haber estado paralizada su distribución por el conflicto entre Radford y los productores españoles. ‘La mula’ compitió en Málaga, donde Mario Casas recogió la Biznaga de Oro al mejor actor, un premio quizá algo excesivo, pese a su correcta interpretación y su esfuerzo por hablar con acento andaluz. Casa entró en la producción tras renunciar Oscar Jaenada.

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6/5/13

Madres de cine: mi post (tardío) para el Día de la Madre

No tengas miedo, mamá quiere lo mejor para ti...

Ya son más de las 0:00h., o sea que como siempre, voy tarde, pero al menos esta vez ha sido por una buena causa: pasar la tarde en el cine con mi madre, viendo la última de la Coixet (de la que hablaré en otro post). En fin, dicen que nunca es tarde si la dicha es buena, así que vaya este post a esas personas que nos dieron la vida y que se la quitarían por nosotr@s si fuese necesario. 

El cine, obviamente, está lleno de madres. Sin embargo, hoy voy a hablar de aquellos personajes femeninos famosos precisamente por su rol como progenitoras, las madres del cine, convertidas en iconos cinematográficos.

En el cine, como en la vida, las madres siempre han tenido un papel importantísimo. Aunque generalmente se relaciona el rol de madre al de abnegada luchadora por la felicidad, la seguridad, la custodia, etc. de sus hijos, no siempre (ni en el cine ni en la vida) esto es así. A lo largo de la historia del Séptimo Arte, encontramos ejemplos de todo tipo de madres, desde las más entregadas y cariñosas hasta las más terroríficas, pasando por aquellas que ejercen influencias nefastas sobre sus hijos o hijas.

"Para la mejor madre del mundo, de tu hijo que te quiere". ¡Eso sí es una sorpresa!

Primero podríamos hablar de las madres coraje, aquellas que luchan incansablemente por sus hijos o hijas y que morirían antes de renunciar a ellos o a su felicidad. Entre ellas, habría que destacar a la Christine Collins (Angelina Jolie) en ‘El Intercambio’ (‘Changeling’, Clint Eastwood, 2008), una madre de Los Ángeles, a quien tras desaparecer su hijo, se lo devolvían dándole el cambiazo, y la buena mujer no paraba hasta demostrar que no estaba loca y que no, aquel no era su hijo. 17 años antes, Sally Field había interpretado a otra madre coraje en ‘No sin mi hija’ (‘Not without my daughter’, Brian Gilbert, 1991), en la cual Betty Mahmoody, una americana casada con un musulmán y atrapada en Irán, debía luchar por escapar de allí, por supuesto, no sin su hija. También hay madrazas cuya lucha no les impide sacarnos unas carcajadas (y alguna risa amarga), como ‘Cándida’ (Javier Fésser, 2006), esa adorable señora que batalla por sacar adelante a un hijo drogadicto y a otro con graves problemas psicológicos.


También encontramos madres de miedo, como la pobre Rosemary Woodhouse de ‘La semilla del diablo’ ('Rosemary's baby', Roman Polansky, 1968), interpretada por una Mia Farrow de aspecto enfermizo y embarazada de un bebe que se convertía en objeto de deseo de extrañas fuerzas. O como Margaret White (Piper Laurie), la beata madre de ‘Carrie’, que infunde a su tímida hija más miedo que amor, y que la acaba llevando por muy mal camino (por cierto, parece ser que este año tendremos un remake, interpretado por Julianne Moore). Y es que la cosa religiosa siempre ha dado mucho juego, porque si hablamos de madres religiosas que dan ‘yuyu’ y cuyo fanatismo y carácter estricto afecta de forma nefasta al destino de sus hijas, tenemos ejemplos cercanos en Gloria (Carme Elías), la madre del Opus Dei de la fantástica ‘Camino’ (Javier Fésser, 2008) o en Erica Sayers (Barbara Hershey), la madre de Natalie Portman en la oscarizada ‘Cisne Negro’ (‘The Black Swan’, Darren Aronofsky, 2010). Otras madre de miedo son la Reina Madre de la saga ‘Alien’ la devoradora de perros de ‘Braindead, Tu madre se ha comido a mi perro’, Peter Jackson, 1992), un clásico del gore más cachondo, donde la buena señora tenía escenas de culto como esta (¡ojo, es muy repulsiva!), o la inquietante Nora Carveth (Samantha Eggar) de 'Cromosoma 3' ('The Brood', 1979), una joya primigenia de Cronenberg. Aunque quizá la madre más terrorífica e icónica del Cine sea la (falsa) madre de Norma Bates en 'Psicosis'. ¿Aceptamos barco?

Posiblemente, la madre más icónica del Cine

También encontramos un amplio grupo de lo que yo llamaría madres en conflicto, esas madres con problemas, perdidas en búsquedas internas o en traumas diversos, que muchas veces tienen que ver o afectan a sus hijos, y que encontramos generalmente en los mejores dramas. Entre ellas, cabe destacar a Joanna Kramer (Meryl Streep) de ‘Kramer contra Kramer’ (‘Kramer versus Kramer’, Robert Benton, 1979), que después de abandonar a su malcriado marido (Dustin Hoffman) y a su hijo, cuando ambos se han repuesto y se han acostumbrado a su nueva vida, vuelve para reclamar la custodia del pequeño. Un año más tarde, veíamos a otra madre disfuncional, en este caso con graves problemas para querer a su hijo, interpretada por Mary Tylor Moore, la Beth Jarret de la maravillosa ‘Gente corriente’ (‘Ordinary people’, Robert Redford, 1980). El chaval (un joven Timothy Hutton ganador del Oscar), como es normal, acababa desarrollando un montón de traumas.

Mary Tyler Moore y Timothy Hutton en 'Gente Corriente', una relación madre-hijo de lo más distante

Un ejemplo más reciente de madre en conflicto, y hasta algo inmadura me atrevería a decir, lo encontramos en la sublime ‘Nader y Simin, una separación’ (‘Jodaeiye Nader az Simin', Asghar Farhadi, 2011), en la que la que Simín, una esposa iraní, se empeña en irse de su país aunque eso implique separarse de su marido, que debe quedarse a cuidar de su enfermo padre, y llevarse a su hija consigo. 

Por último, estarían las madres calientes, de las que tenemos un buen ejemplo en ‘la madre de Stiefler’ (Jennifer Coolidge) de ‘American Pie’ (Paul Weitz, 1999), que tenía un desternillante affair con el galán Finch, uno de los patéticos adolescentes protagonistas de la saga.

Finch y la madre de Stiefler, un affair iniciático

En fin, la lista sería infinita, y habría muchas, como ésta otra, así que si queréis aportar ejemplos de vuestra cosecha para completarla, usad los comentarios, estaré encantado ;)

¡Muchas felicidades a todas las madres!
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2/5/13

El Barça es "asín": confesiones de un culé herido


Igual suena ventajista, pero siempre he tenido una relación de amor-odio con la forma de entender el fútbol que tiene el Barça. El Barça es "asín", y siempre lo ha sido, al menos desde Cruyff (que es, justamente, desde que servidor tiene uso de razón culé). Capaz de lo mejor y de lo peor. Empezando por Messi, el Barça es capaz de pulverizar cifras en la victoria, pero también en la derrota, como sucedió ayer.

Siempre digo que mi peor recuerdo culé es la final de Atenas. Me pilló en plena adolescencia, ya sabéis, esa fábrica de traumas. Hoy en día, uno es capaz de relativizar estas cosas, y humillaciones así ya no duelen tanto. He vivido muchas victorias mágicas (recuerdo con especial cariño la Champions de Paris, o el 2-6 en el Bernabeu) y miles de derrotas dolorosas (el 4-2 con el Chelsea, por citar la primera que me viene). Pero esta eliminatoria contra el Bayern guarda ciertas similitudes con aquella final de Atenas: ayer el Barça no sólo perdió, además hizo el ridículo.

Le sucedió lo mismo con el Milán en el 94. Los dos mejores equipos de Europa del momento se iban a enfrentar en una final de la Champions. El Dream Team de Cruyff y el catenaccio rossoneri. El planeta futbol mirando. Capello maniató a Guardiola y con él al Barça. El resto es historia: patada en la boca y fin de ciclo. ¿Os suena de algo?

Imágen adapatada de la original de @RealMadness

Y es que ése el lado oscuro de la excelencia. El Barça asume tanta presión en cada partido que es normal que cuando algo se tambalea un poco el edificio entero se derrumbe. No sólo debe ganar, además debe alcanzar la excelencia, algo que ningún otro equipo del mundo se plantearía. Por ello, cuando al Barça no le sale su juego, se hace el hara-kiri. No tiene punto medio. O está sublime, y parece un huracán de fútbol imposible de detener, o parece un equipo de juveniles incapaz de competir. Porque este Barça lo hace todo a lo grande: ganar o estrellarse.

Eso que ahora llaman la carencia de un ‘plan B’, ha pasado desde siempre. Y no sólo en cuanto a variantes estratégicas, sino en cuanto a concepto futbolístico. La versión oficial es que el Barça, cuando pierde, lo hace defendiendo su estilo, pero qué queréis que os diga. Se puede perder una semifinal de Champions, faltaría más. Lo que es inadmisible es que te endosen un 7-0 en el global. Si no puedes marcar, al menos no seas un coladero. Si el rival es superior (que lo era), si no tienes el día, o el año (que no lo tenemos), lo que hay que defender es la honra, por encima del estilo. Porque el planeta fútbol está mirando.
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1/5/13

'Dos más dos' (2012): como ser un 'swinger' y no morir en el intento


Hoy se estrena una recomendable comedia argentina que el otro día tuve la suerte de poder ver en pase de prensa. "Dos más dos”, segundo largometraje de Diego Kaplan, nos habla de dos matrimonios de clase alta, uno más “aventurero” y otro más conservador, que deciden animar su monótona vida sexual haciéndose swingers, que no consiste precisamente en bailar swing sino en el intercambio de parejas. Una premisa, no tremendamente original, aunque sí atractiva y perfectamente plausible, que en otras manos, podría haber dado para una película de enredos más, pero Kaplan se toma muy en serio.

El film empieza como una comedia ligera, sofisticada (algunos la comparan con las comedias noventeras de Gómez Pereira), pero se acaba convirtiendo en algo más parecido a un drama, que pone encima de la mesa cuestiones muy serias e incluso incómodas, en un tira y afloja en el que (y esto es de agradecer) todos tienen su cuota de razón. Si el espectador medio fuese capaz de tomarse una comedia como ésta en serio, el film de Kaplan removería silenciosamente los cimientos de más de una pareja. ¿Y si fuera posible escapar de la rutina sexual entregándose al libertinaje mutuamente consentido? No es mi caso, pero me imagino que ver “Dos más dos” en pareja puede ser algo así como ver una escena erótica con tus padres. Algo incómodo.

“Dos más dos” propone un interesante debate en clave sexual entre estabilidad y fantasías insatisfechas, un pulso entre el conservadurismo (representada por las reticencias acomodaticias de Diego) y emociones fuertes (de las que presumen Richard y Betina).Después del liberalismo económico, ¿es posible el liberalismo sexual? ¿Se puede revivir la utopía del sexo libre en plena sociedad capitalista? ¿Es posible tenerlo todo, una vida acomodada y sexualmente emocionante? ¿Es posible compartir el placer con otros sin dañar la confianza de la pareja? “Dos más dos” responde a estas preguntas como lo hacen las buenas películas: con más preguntas, aunque quizá el desenlace se decante algo más por el fracaso de la utopía.

La (sorprendente) profundidad con que el guión aborda el tema encuentra su cenit en la escena del primer intercambio, de una tensión, un erotismo y una carga dramática enormes. Sin embargo, el gran acierto del film consiste en alternar dicha seriedad con multitud de situaciones hilarantes que arrancarán la carcajada de la platea, como los partes meteorológicos de Emilia (Julieta Díaz), o la orgiástica fiesta en el chalet, que recuerda a una ‘Eyes wide shut” de andar por casa de campo.

Y luego están los diálogos. A pesar de que los manuales de cine más polvorientos quizá tacharían de excesiva la torrencial discursividad del cine argentino, resulta imposible no dejarse llevar por la fluidez y verborrea de sus intérpretes. “Dos más dos” no es una excepción.  Por cierto que todos los actores, no muy conocidos (¿aun?) por estos lares, están geniales. Su único 'pero' quizá sea su mejorable puesta en escena y cierta sensación de pérdida de ritmo y desajuste del tono hacia el último tercio.

Sin embargo, el film de Diego Kaplan sigue siendo una atrevida y muy entretenida disección de los deseos insatisfechos y las fantasías incumplidas de las clases acomodadas, y en general, de cualquier animal civilizado que necesite, parafraseando a Sabina, “pastillas para no soñar”.

"Dos más dos" será, por cierto, la última película distribuida por Alta Films antes de su inminente cierre.


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