12/3/11

El mundo según Barney: vida (y mujeres) de este hombre

A pesar de que el título de esta producción canadiense, El mundo según Barney (Barney’s version), su slogan (“La verdad sobre su vida depende de quien la cuente”) y su sinopsis, hagan hincapié en la cuestión del punto de vista del relato sobre la vida (y mujeres) de este hombre, lo cierto es que la primera película de Richard J. Lewis (director de la serie CSI: Las Vegas) no es precisamente Ciudadano Kane. Bueno, esto es obvio, pero ni siquiera es una versión cómica de Ciudadano Kane. El mundo según Barney juega a otra cosa diferente a lo que promete.

A pesar de las expectativas, y de la supuesta complejidad narrativa del material que maneja, el fiim adolece de una visión más poliédrica sobre la vida de este hombre. En su epidermis, no es más que un relato lineal de la vida de un hombre que se casó con tres mujeres, tuvo dos hijos, y que, como diría Joaquín Sabina, “quiso más a la que más le quiso”. Ni siquiera queda claro que la (única) “voz” del relato sea la de Barney (en la adaptación se descartó la voz en off, aunque en la novela Barney relata su vida).

La supuesta complejidad de la novela de Mordecai Richler se traslada al celuloide resumiendo personajes e incluso, fusionando otros, y otorgando casi todo el protagonismo a la linea narrativa de las relaciones sentimentales y maritales de Barney. Fruto de ello, es el retrato caricaturesco de las dos primeras esposas de Barney, o el hecho de que las subtramas no acaban de encajar del todo: su ascensión profesional hasta llegar a convertirse en productor de series de televisión o la trama policial-criminal, tan desdibujada como el personaje del detective O’Hearne, quien está convencido de que Barney mató a su mejor amigo, Boggie (Scott Speedman), y ha escrito un libro en el que le inculpa directamente. Incluso la intensa relación de Barney con Boggie resulta a veces rocambolesca y poco verosímil.

Por otro lado, nos encontramos con un film tremendamente heterogéneo, algunos dirían que tramposo. ya que empieza como comedia de trazo algo grueso y acaba como drama lacrimógeno. Posiblemente lo más interesante esté en algún punto intermedio de esa transición.

El primer acto corresponde a la historia de Barney con su primera esposa Clara. El arranque de la historia es demasiado atropellado, y el tono y las situaciones son algo caricaturescos, mezclados con cierto sabor agridulce, que completa un arranque ciertamente extraño y poco verosímil. Para colmo, este primer acto (su breve matrimonio con Clara, en Italia) aporta poco o nada a la historia.

Luego viene su segunda esposa, la segunda Sra. P (Minnie Driver) y el tono se endereza hacia la comedia de enredo más arquetípica. Las situaciones siguen siendo caricaturescas, como lo es el hecho de casarse con la mujer equivocada y enamorarse de otra el mismo día de la boda, o el choque de contextos que se produce entre la naturalidad del padre de Barney, Izzy (un entrañable Dustin Hoffman), y la estirada familia de la novia. Pero al menos, durante este pasaje, el film parece corregir la irregularidad inicial.

Pero a partir de su boda con Miriam (exquisita Rosamund Pike), su tercera esposa y su verdadero amor, el film parece sentar la cabeza como su protagonista, y se va convirtiendo en un drama cada vez más amargo, hasta llegar a un final lacrimógeno que quizá echa por tierra la sutilidad emocional de esa relación, y que, para colmo, se sitúa en el extremo opuesto al tono con el que arranca la película.

Alguien dijo que el drama es una comedia sin risas. Desde ese punto de vista, todo el film es una comedia donde cada vez nos reímos menos, según vemos cómo Barney, después de conseguir lo que más ha querido, se dedica a perderlo, por el simple motivo de que no es capaz de cambiar. Como le dice su tercera esposa, es incorregible, para lo bueno y para lo malo.

Barney Panofsky es un personaje cómico que llegado el momento demuestra un profundidad y una integridad inesperada. Donde otros personajes totalmente cómicos se enredarían intentando solucionar de forma estúpida las situaciones, él se pone digno y corta de un tajo el enredo. Y es que Barney es un tipo curioso, sí, pero me temo que demasiado simpático y menos redondo de lo necesario para crear un retrato totalmente poliédrico y complejo, que justificase, además, ciertas actitudes que se antojan algo gratuitas, como ser incapaz de comprender que su esposa necesite volver a trabajar, o que, debido a su falta de atención, la está perdiendo.

En fin, un irregular film que da la impresión de no lograr alcanzar la profundidad que pretendía, ni en su personaje ni en su estructura narrativa, y cuyo máximo mérito reside en regalarnos más de dos horas de un fantástico Paul Giammatti llevando el peso de la función y pasando de la comedia al drama con una naturalidad y una riqueza de matices impresionante.

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10/3/11

"Nunca me abandones": el deber de morir


Tercer film del director de videoclips Mark Romanek (que ya causara buenas sensaciones con Retratos de una obsesión), Nunca me abandones se estrenará en España el 18 de Marzo. Se trata de la adaptación de la novela Never let me go del escritor británico de origen japonés Kazuo Ishiguro.

No habiendo leído la novela en que se basa el film, resulta difícil adivinar dónde acaba la obra de Ishiguro y empieza el trabajo de Romanek (y el de Alex Garland, encargado de la adaptación de la novela). Lo que sí parece claro es que el material de partida es interesante y denso, que se trata de una novela de enjundia, de autor (si me permiten la redundancia), quizá de difícil adaptación, debido al estilo parsimonioso y detallista de Ishiguro y a la mayor atención que presta a las relaciones personales y a la alegórica reflexión temática sobre una trama que acaba quedando en segundo plano.

Quizá por ello cabe destacar la subordinación de un director procedente del videoclip como Romanek a un estilo visual sobrio y un ritmo narrativo pausado, reposado, en concordancia con el estilo de Ishiguro. Claro que este escrupuloso respeto puede ser visto de forma positiva o negativa, ya que quizá se echa en falta en este aportado un cierto valor añadido por parte del director.

A traves de un extenso periodo de tiempo, el film se centra en tres alumnos de una elitista y extraña escuela llamada Hailsham, un estricto centro donde enseguida advertimos que los alumnos son tratados de forma cuidadosa, como entre algodones., y están aislados del exterior. Un día, una nueva y joven profesora, con remordimientos de conciencia, les expone abiertamente la devastadora verdad sobre su existencia. A partir de ese momento, las vidas de Ruth, Kath y Tommy, el trío protagonista, estarán marcadas, con el transcurrir de los años por la certeza de un destino fatal, por la muerte, por el miedo, la esperanza, la resignación, la impotencia y la rabia ante el fatídico significado de su existencia.

Nunca me abandones podría ser considerado un drama alegórico de ciencia ficción, donde predomina más lo primero que lo segundo. Algo así como si Haruki Murakami hubiese escrito Fahrenheit 451). Como película de ciencia ficción, el film es extremadamente minimalista. Se evoca una sociedad distópica paralela, que no futurista (el film abarca desde finales de los años 70 hasta mediados de los 90), pero apenas sabemos nada más de ella que lo que descubren los tres protagonistas cuando salen de los muros de Hailsham. Solamente parecen existir ellos, vagando solos por el mundo, y Romanek (siguiendo la novela) no se detiene a explicarnos los porqués, a darnos más datos ni detalles sobre esa sociedad que los necesarios para que el film funcione como drama. A ese nivel, la película es una alegoría, desnuda de artificios, sobre la creación y manipulación de la vida, ética científica contra progreso, una reflexión temática con ecos de “Blade Runner”. Sin embargo, donde allí había rebeldía, aquí hay aceptación sumisa de una existencia marcada pNegritaor una fecha de caducidad.

Con un planteamiento inicial que recuerda a otros films como “La Isla” (o incluso en algún pasjaje a "El Bosque", de Shyamalan), la narración está aquí guiada, sin embargo, por el trío protagonista, y sus relaciones, sentimientos y emociones es lo que a Romanek (de nuevo obedeciendo a Ishiguro) le interesa mostrar. Destacable el trabajo del trío protagonista. Keira Knightley resulta convincente y Andrew Garfield parece moverse bien, aunque de forma algo exasperante, en el papel del desvalido (algo que ya hacia de algún modo en La Red Social; la verdad es que me cuesta verlo como el nuevo Spiderman). Pero yo destacaría a Carey Mulligan en el papel de Kath (e incluso, para ser justos, a la actriz que da vida a su personaje siendo niña), aportando tormento y fortaleza, seguridad y dudas, consuelo y dolor a partes iguales.

Como leemos en el blog Lengua en Secundaria sobre la novela (y yo me permitiría extenderlo al film), “…es probable que en la estoica aceptación del doloroso deber que les aguarda se encierre la lección más perdurable de la “fábula moral” que es Nunca me abandones”.

Y sin embargo, un film que reflexiona sobre el alma humana de sus personajes, sobre la muerte como destino cercano e inexorable, y que despliega un elogiable abanico de emociones (desde la empatía hasta la rabia, pasando por el dolor, el miedo, un profundo amor, la envidia o la crueldad), no logra, sin embargo, emocionar en exceso (más allá de la dureza de su reflexión temática), quizá impregnado del estoicismo hierático de sus protagonistas y la sobriedad de la puesta en escena. Quizá aquí Romanek no consiga emular a Ishiguro. O quizá debería haberse alejado más de él. Tendremos que leer la novela.

Y es que estamos ante una interesante propuesta y un film de notable humanidad que, sin embargo, corre el peligro de quedarse a medio camino entre un drama romántico que no llega a desgarrar debido a su frialdad, y un thriller de ciencia ficción que no llegar a fascinar debido a su sobriedad.
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