6/4/11

Pequeñas mentiras sin importancia: los amigos de Ludo

“Pequeñas mentiras sin importancia” (Les Petits Mouchoirs), película del año en Francia con más de 5 millones de espectadores, nos habla de un grupo de amigos se dispone a pasar, como cada verano, unos días en una casa de la playa. Pero entonces uno de ellos, Ludo, sufre un grave accidente. Finalmente sus amigos deciden mantener su plan, pero los primeros días en la costa estarán marcados por el impacto emocional que ha provocado en ellos el grave estado de salud de su amigo, al que dejan ingresado en un hospital en París.

Sin embargo, pronto cada uno irá centrándose en sus propios problemas, dudas y obsesiones: Max es un neurótico del trabajo incapaz de relajarse, y menos sabiendo que Vincent se siente atraído por él, tras 15 años como amigos. Ninguno de los dos tiene demasiada comunicación con sus parejas, Véro e Isabelle. Eric no anda muy bien con su pareja, Léa, debido a su carácter mujeriego e infantil, lo mismo que Antoine, que está obsesionado con Juliette, su novia de 10 años que le acaba de dejar, y tan solo sabe hablar de ella, mientras espera un mensaje. La que parece más estable, Marie, en el fondo no acaba de asumir ninguna responsabilidad.

El último y extenso film del actor, guionista y director Guillaume Canet tiene un arranque potente que pone los pelos de punta, con el accidente de Ludo. Luego da paso a un primer acto parisino que parece no acabar nunca de arrancar. Lo más interesante comienza cuando llegan a la casa de la playa, lo que supone un paréntesis en la vida de ese grupo de amigos, a los que vamos conociendo mediante sus relaciones. El duro desenlace les hará volver de ese paréntesis y afrontar de nuevo la realidad.

Sin demasiadas coartadas argumentales, Canet parece centrase mas en el mundo interior y en la transformación de sus protagonistas, pero sobre todo en sus relaciones. Algunas situaciones y conflictos sólo se apuntan y apenas son explicados, lo que provoca cierta confusión en algunos pasajes. Predomina la comedia simpática que emana de los personajes, y el tono intimista y natural de las conversaciones. Sin embargo, la narrativa carece de cierto pulso y ritmo, quizá contagiada del asueto propio de los días de verano. Como si intentase corregirlo, Canet aboca el film a un final catártico y lacrimógeno que quizá nos pilla algo desprevenidos, porque no encaja demasiado con el tono del resto del film, pero al que no se le puede negar su efectividad, al ritmo de una fantástica versión de My way interpretada por Nina Simone.

Buenas interpretaciones (destacaría a François Cluzet, Marion Cotillard y Gilles Lellouche), una fotografía plana y sin alardes y una genial banda sonora en inglés entre el soul y el rock conformanun film por momentos entrañable, que respira vida y amistad, y huele a verano, a mar y a salitre, que destaca por la humanidad y familiaridad que desprenden sus personajes.

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