4/2/10

Celda 211: thriller patrio comercial y de calidad


Todos aquellos que abominan del cine español sin haberse molestado en indagar mas allá de Almodovar, Amenabar (y por si abominar de ello no fuera ya suficiente pecado), y prescindibles experimentos comerciales del tipo “Mentiras y Gordas” o “Los Managers” o “Spanish Movie”; todos aquellos que sólo hablan del cine español para criticarlo cuando se estrena algún bodrio patrio, e incluso aquellos simplistas que no entienden que nuestra filmografía tiene tantas películas buenas como malas, al igual que sucede en Hollywood (solo que en menor número de unas y otras); todos ellos deberían ser encerrados durante dos horas en la Celda 211, a ver si así son capaces de percibir las constantes vitales de “el otro” cine español: el de calidad.

El film de Daniel Monzón es sencillamente, uno de los mejores thrillers de los últimos tiempos, y sí, se trata de una película española. El planteamiento inicial es tan simple como bien hallado, y posee todo el potencial narrativo del mejor cine de accion americano. Un funcionario de prisiones se ve atrapado en un motín en su primer día de trabajo. Como ningún recluso le conoce, intentará hacerse pasar por un preso recién llegado al penal para salvar el pellejo, habiendo de colaborar con los amotinados. Sencillamente genial.

El arranque es directo, sin contemplaciones, y de repente nos vemos inmersos en una situación que mete al espectador de lleno en la película. Pero no sólo eso: este gran planteamiento inicial es sustentado después por un sólido guión que va desenredando poco a poco un argumento de los que enganchan, que se mueve entre la trama político-carcelaria y la peripecia de Juan, a medida que también conocemos a Malamadre, el auténtico motor de la historia, un peligroso recluso cuya potente incorporación por parte de un inmenso Luis Tosar lo convierte en unos de esos personajes llamados a quedar en el imaginario popular. Destaca también la revelación del desconocido Alberto Ammann, en el papel del otro protagonista, Juan Oliver, el funcionario atrapado en la prisión, que se verá obligado a convertirse en otro amotinado más, e incluso a compartir liderazgo con Malamadre, mientras intenta colaborar, en un trepidante juego a dos bandas, con las fuerzas de seguridad en el exterior.

Por detrás de ellos, un elenco de muy buenos actores, entre los que servidor destacaría la labor de Carlos Bardem, en su enésimo papel de mafiosete sudamericano, en este caso dando vida, con un mas que creíble acento colombiano, al “Apache”, uno de los poco confiables secuaces de Malamadre.

Además de ser trepidante, la trama adquiere también tintes sociales, en su denuncia de la situación de los presos en las cárceles españolas, e incluso políticos, como el detalle (capital para la trama) de los presos etarras inteligentemente utilizados como rehenes por los amotinados, debido a las implicaciones que su muerte podría suponer hacia el terrorismo vasco.

Por poner algunos peros, considero que pese a su impresionante planteamiento, en mi opinión el ritmo y la verosimilitud comienzan a flaquear hacia mitad del metraje. A raíz de esa escena, un tanto forzada e inverosímil, de la batalla campal en el exterior de la cárcel, el interés pasa a centrase más en la agresión sufrida por la mujer de Juan, y en las consecuencias, también algo llevadas al extremo, que ésta tiene en el devenir de los acontecimientos.

Por otro lado, la fotografía y el montaje resultan mejorables (en eso aún queda mucho que aprender de los americanos), y choca la extraña y exasperante interpretación de Manuel Morón (un secundario por el que tengo especial devoción), como el patético e inoperante negociador.
Manchas éstas que restan algo de nota, pero mantienen intacto el interés de la propuesta: demostrar que se puede hacer (buen) cine de género en nuestro país.

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