7/1/13

"The Master" (2012): Digamos que...interesante


Lo reconozco, aun a riesgo de que me quiten el carnet de crítico amateur: ‘The Master’ me ha defraudado. Pero no porque sea una mala película: denostarla tan rápido, como muchos espectadores que me acompañaban ayer en la sala, sólo demuestra tanta falta de espíritu crítico como falta de contacto con el espectador medio demuestran los críticos que la encumbran instantaneamente al Olimpo del Cine. Ni tanto ni tan poco. Creo mi decepción responde a una cuestión de expectativas erróneas, y por eso aviso, por si hay alguien tan despistado como yo: si esperáis un film de trama, o incluso un retrato controvertido, con un poquito de mala leche, sobre L. Ronald Hubbard y los orígenes de la polémica Cienciología (religión moderna y típicamente americana con tintes de secta, a cuya iglesia pertenecen, entre otros, Tom Cruise o John Travolta), posiblemente saldréis tan defraudaos como yo. ‘The Master’ sólo se asoma tímidamente a esa cuestión, ya que a Paul Thomas Anderson le interesa más el contexto histórico (el trauma post 2ª Guerra Mundial), y el envenenado juego de relaciones personales que la trama propiamente dicha o el retrato morboso.

El film se centra en el año 1950, en pleno trauma post Segunda Guerra Mundial, el caldo de cultivo de visionarios como Lancaster Dodd (inspirado en Hubbard, fundador de la Cienciología y su precursora, la Dianética) que con sus nuevos métodos curativos, mezcla de psicoanálisis (ciencia) y cuerpo de férreas creencias metafísicas (religión), pretendían aliviar las tensiones y los temores de toda una sociedad afectada de stress post traumático. No por casualidad el conejillo de indias elegido por Lancaster Todd para probar sus métodos curativos es Freddie Quell, un excombatiente que vuelve de la guerra del Pacífico y que no encaja en la sociedad civil, quizá la figura que mejor representa el trauma de toda una nación. Quell es un animal instintivo, furioso y lleno de rabia contra una sociedad en la que no encaja. Joaquin Phoenix, con joroba, hechuras y andares de mulo de carga, hablando casi ininteligiblemente por un lado de la boca, entreabierta en un gesto cargado de desprecio y de rabia, compone desde la introspección un personaje tremendamente patético, doliente. Por su parte, Seymour Hoffman interpreta a Lancaster Dodd, otro tipo de animal, un animal social, un gurú tan carismático como egocéntrico, el perfecto vendedor (¿de humo?), el motivador americano que te atrapa con su speech, pero cuya máscara afable se resquebraja cuando alguien de entre el entregado auditorio osa poner en cuestión su férreo corpus teórico. En cierto modo, su personaje retrata otro prototipo típicamente americano. Hoffman mezcla la grandilocuencia, el bigger than life (en palabras del propio director) con cierta contención de gentleman. El tercer vértice del triángulo es Peggy Dodd, interpretada por Amy Adams, la gran mujer tras el gran hombre, el poder en la sombra, descofiante de la relación de su marido con Freddie Quell, a quien considera un alma errante que no merece la pena salvar.

Estás como una chota, pero me caes bien. ¡Voy a salvarte, chaval!

Para el crítico sesudo y lleno de referencias siempre será más fácil caricurizar al espectador descontento poniéndole una caja de palomitas en la mano, pero yo me rebelo contra esa simplificación: ¿no será que el problema (¿error?) de ‘The Master’ es el mismo que el de gran parte del cine de autor que no consigue llegar al espectador de a pie? Si el autor y el público no comparten los mismos códigos, la comunicación es muy difícil. Y no hablo de meterse en la cabeza de Paul Thomas Anderson (como sí parece necesario meterse en la cabeza de ciertos autores para entender sus diarreas mentales), sino de algo tan simple como que si el contexto histórico y social es la clave de interpretación de la película, si esos personajes sintetizan el contexto, y el contexto es la clave para entender a los personajes, el director no debe presuponer su conocimiento, y debería detenerse un instante en situar al espectador. Por el contrario, Anderson se olvida de todo lo que pase fuera de sus personajes y su entorno cercano, centrándose siempre en las relaciones personales, y olvidando quizá (o es que se la trae al pairo) que no todo su público es norteamericano, ni está familiarizado con los traumas de su país y de aquel momento histórico. 

Por ello, el espectador poco conocedor de este marco de referencia, puede ser que no entienda gran parte del significado del film, cuyo único punto de enganche, de interés, entonces, puede ser esa intensa relación de amor-odio, esa tensión (según Angel Quintana en Cuadernos de Cine) “entre dos seres que se comportan como padre e hijo, maestro y discípulo, amo y criado, hipnotizador e hipnotizado, y que podrían llegar a ser amante y amado”. 

Pero el peligro del enigmatico hermetismo de “The Master” es precisamente ese, que muchos sólo podrán disfrutar (lo que no es poco, pero sabe a poco) del brutal tour de force interpretativo, del pulso entre dos animales de la actuación (entre el instinto y la víscera de Joaquin Phoenix y el clasicismo siempre correcto y depurado de Seymour Hoffman) pero se perderán en los pliegues de un film en apariencia sencillo, pero seguramente más complejo e interesante de lo que muchos seremos capaces de comprender. 

2 comentarios:

unaisla dijo...

Excelente aporte. Es lo mismo que pensé yo. Magnífica disección. Ya hablando de gustos y preferencias, en mi opinión creo, que una obra, si ha de llegar a una cuota de público extensa, debería ser a priori accesible cuanto menos. Pero si no lo es, como le ocurre a The Master, la exhibición quizá sea más adecuada en cine estudios, filmotecas, circulos de arte, es decir, cualquier marco acorde a la obra que nos sugiera el tipo de obra que es. Personalmente no me gustan los "debería" y demás parafernalia de eficacia mercantil. Pero reconozco que no tendría mucho sentido estrenar Django, por ejemplo, en el selectivo circuito cinéfilo mencionado antes, a no ser que cumpla alguna estrategia publicitaria diseñada por el marketing.

A mí The Master me fascinó. Tengo la sensación de que la forma en que ha contado el guión es diferente, despojando de elementos exteriores una historia que se cuenta desde el interior. No sé, es difícil explicar. Lo que si comprendo es que no es una película para el gran público, aunque me encantaría que la gente la disfrutara como la disfruté yo.

Salu2

Juan Manuel Linares dijo...

Me alegro que te guste la crítica. Sin embargo, y quizá por esa cuestión de expectativas que comento, veo que tú la disfrutaste más que yo.
Parece poco probabe que Paul Thomas Anderson haga una peli cutre. Parece más fácil que se pase por el otro lado, que sea(como tú bien dices) demasiado "inaccesible".
Saludos y gracias!