Aprovechando que la Sexta emite esta noche a las 00:35h. "El luchador", aprovecho para recuperar la crítica que escribí entonces sobre este buen film. Por cierto que su director, el talentoso Darren Aronofsky, parece que ya tiene un nuevo y ambicioso proyecto entre manos: "El Arca de Noe".
Os dejo con la crítica:
Darren Aronofsky define su última película, más que como un
film estrictamente deportivo, “como un drama muy humano y sensible, en la linea
estilística del retrato intimo de una vida. No hace falta ser un seguidor de la
lucha libre para disfrutar del fim.”
Estoy totalmente de acuerdo con esta definición clara y
honesta. A pesar de que la historia de “The Wrestler” (“El Luchador”) no
es demasiado original, está muy bien contada, y este tipo de relatos,
cuando estan bien trazados, resultan altamente emotivos.
La biografía de este Randy “Ram” Robinson recuerda mucho a
la de el púgil español Miguel Urtain: alguien que en el ring fue un mito, pero
que fuera de él fue derrotado por la vida. Además, resulta tremendamente
obvia, pero no por ello menos potente y fantástica, la simbiosis que se produce
entre el personaje y el actor, Mickey Rourke: un tipo que en los 80 fue un
icono (en su máximo esplendor con su papel en “9 semanas y media”), pero que 20
años después ha sido relegado al olvido. Rourke compone (o más bien se funde
con) un peripatético y a la vez entrañable Randy “Ram” Robinson.
Con todos estos ingredientes, “The Wrestler” es un
retrato intimista y descarnado de un inadaptado, un hombre que intenta
encontrar su lugar en el mundo y hacer bien las cosas fuera de lo único que
sabe hacer realmente bien: pelear. Una frase que le dice al personaje de
Cassidy (Marisa Tomei), define sus sentimientos hacia el mundo y su tragedia
personal: “Aquí (en el ring) mi corazón está bien, sólo me lo rompen cuando
salgo afuera”.
Lejos del innovador estilo mostrado en películas como “Pí”
(1998) o “Requiem for a dream” (2000), Aronofsy utiliza esta vez un lenguaje
bastante clásico y un ritmo bastante pausado, que se adaptan perfectamente a la
historia. Eso sí, destaca el trabajo de la cámara, muy cerca siempre del
personaje para potenciar su visión del mundo que le rodea, como en esa
magnífica escena en que Randy se prepara para salir a atender clientes en el
supermercado, tras la cortina de plástico, mientras cree escuchar ahí afuera el
clamor de sus fans, como si estuviese a punto de salir al ring.
Sin embargo, hay que decir que el film, aunque
transpira verdad por todos sus poros, recurre también a muchos tópicos del drama
a la americana: personajes perdedores con vidas desestructuradas, tendencia al
pesimismo enmarcado en ambientes sórdidos y deprimentes, el vacío y el feísmo
de lo cotidiano, situaciones lacrimógenas, etc.
En definitiva, un retal de vida rasgado que hará
disfrutar, e incluso derramar alguna lágrima, a todos aquello que disfruten de
las historias duras de naufragios personales, y no solamente, aunque seguro que
también muchísimo, a los amantes de ese deporte – espectáculo,
el wrestling americano, que es en sí mismo un gran teatro, como la
propia vida.
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