6/1/12

Mi desencuentro cinéfilo con la Nouvelle Vague

Que me perdonen los Dioses del Cine, pero voy a explicar dos secretos por los cuales, imagino, seré condenado al exilio cinéfilo. El primero es que aún no había visto “Los 400 golpes” de Truffaut. De hecho, hasta hace un año, ni siquiera había visto “Al final de la Escapada”, de Godard. Es más (y aquí me estoy buscando la excomunión), en mi Grado Superior en Producción Audiovisual hice un sesudo trabajo sobre la Nouvelle Vague… ¡sin ver una sola película! Eso sí, leí un montón sobre Truffaut, Godard, Chabrol, Rohmer, Rivette, etc., sus teorías de autor y sus feroces críticas al cine francés imperante en la época. Estaba muy familiarizado con sus postulados, los títulos de todas sus películas, etc., pero aún no había visto una sola. Y la verdad es que quizá hubiese preferido mantener esa imagen idealizada de la Nouvelle Vague.


"Sí, ¿porque me miraás así? Esto es un final de auteur, ¿qué pasa?"

 Porque aquí viene el segundo secreto del que hablaba. Si hace ya algún tiempo decidí paliar esta imperdonable laguna y tome de la biblioteca “Al final de la escapada”, hoy le ha tocado el turno a “Los 400 golpes”. Pues bien: ni la una ni la otra me han gustado lo más mínimo. No voy a compararlas, ya que son películas diferentes, y tampoco pienso juzgar el movimiento por dos películas. De hecho, ahora que, aparte de mucha información, apenas empiezo a tener algo de opinión al respecto, sería muy atrevido por mi parte acerlo. Sin embargo, ambas son las películas bandera de dicho movimiento, y yo simplemente digo que no las entiendo. Con ambas me pasa exactamente lo mismo: por más que he leído al respecto, no concibo de dónde proviene su supuesta grandeza. Sé que proponían otra manera de hacer cine, y aprecio por su rupturismo, por ejemplo, el montaje de saltos bruscos de Godard, y entiendo como un canto a la infancia (“de fuerte carácter autobiográfico”) la ópera prima de Truffaut. Puedo entender que ambas fueron películas frescas en su momento, que rompían con una forma de hacer cine excesivamente anquilosada en la producción (algo así como el Dogma 95). Pero no confundamos las cosas: de ahí a tildarlas de perennes obras maestras media un universo.

Hablemos de lo importante, al menos para mi: la historia. ¿Soy el único a quien el film de Godard le parece una soberana estupidez sin pies ni cabeza, una especie de ejemplo de dadaísmo cinematográfico? A mi me pareció más un film para museos de arte contemporaneo que para filmotecas.

¿Y el de Truffaut?  Pues sin llegar, ni mucho menos, a la astracanada que es “A bout de soufflé”, me ha parecido una historia disparatada, que según avanzaba no parecía ir a ningún lado. De hecho, me ha aburrido bastante, porque faltaba lo esencial en cualquier película: por un lado, falla algo básico: las  expectativas. Quizá yo esté demasiado anclado en un cierto tipo de narrativa, quizá haya visto demasiado (buen) cine moderno antes de visitar ciertos clásicos, quizá haya estudiado demasiado guión (clásico), pero necesito saber cual es el objetivo del personaje, su conflicto, y en función de todo eso, necesito tener una idea, una expectativa de lo que va a suceder, independientemente de que luego se cumpla o se vea defraudada. Si se “siembran” ciertas cosas (la infidelidad de la madre de Antoine, su “sartén por el mango” al verla), espero que se recojan más tarde, etc. Y todo eso no sucede en el film de Truffaut, que se va desarrollando sobre la marcha, sin estructura, y sin que acierte a anticipar ni entender qué demonios le sucede a Antoine, porqué se comporta así, que planes tiene, qué problemas se va a encontrar, etc. De repente, Antoine llega a la playa y se acaba el film. Y yo ni siquiera sabía hacia dónde iba corriendo. Decepción absoluta.

"Aquí le traigo a mi hijo, para que lo encierre. Pero nunca le he puesto la mano encima, ¿eh?"

Por otro lado, me falla la identificación con el personaje y sus motivaciones. Y antes que nada aviso: no confundíais maltrato con disciplina. Pero si “los 400 golpes” aluden a golpes vitales, a la dureza con que es tratado Antoine, a la falta de cariño por parte de sus padres, me parece que Truffaut (quizá demasiado pendiente de recrear su propia infancia) falla al retratar la infancia dura y cruel que necesitaba para justificar la rebeldía del pequeño protagonista, para darle una auténtica motivación. Y si quería hablar de incomunicación y dejadez paterno-filial, me parece tremendamente superior (no, no me desterréis aun del reino del Cine, por favor), la versión actual de Sylvie Verheyde, “Stella”. Al menos, Verheyde no se saca de la manga una inverosímil entrega del pequeño a las autoridades por parte de los padres, un absurdo giro para retratar el abandono paternal. Y, al contrario que Stella Vlamink, a mi Antonie Doinel me parece un niño tremendamente impertinente y odioso, que se pasa la película haciendo gamberradas sin ton ni son, y que si no se merece 400 golpes, al menos sí se hace acreedor del par de bofetadas que le dan su maestro y su padre. La sinopsis dice: Antoine Doinel se ve obligado […] a soportar las exigencias de un severo profesor”. ¿Pero qué exigencias? ¿Comportarse como es debido en clase? ¿Severo profesor? ¡Pero si el hombre me acaba dando lástima de ver cómo le torean esos críos! Si Truffaut pretendía que me identificara con Doinel y aceptase su enfoque victimista (otra vez la infancia como salvoconducto para la indisciplina), conmigo no ha funcionado. Yo también fui crío, y al menos sabía comportarme. Menos mal que, seguramente, esos “monstruítos” que hoy en día imponen su ley en las aulas a golpe a de pasotismo, insulto o amenaza, no visitarán el clásico de Truffaut, porque si lo hicieran tendrían otra coartada más.

En fin, ya podeis crucificarme ;)

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