14/1/12

Preestreno "Los descendientes" (2011): Payne y Clooney nos traen un film de grandes emociones en clave menor


Mucho había leído sobre 'Los descendientes', mucho y bueno. Y la verdad es que, afortunadamente, el nuevo filme de Alexander Payne ('Entre copas'), adaptación de la novela homónima de Kaui Hart Hemmings, no me ha defraudado en absoluto.

Tras un accidente en moto acuática, Elisabeth, la mujer de Matt King (George Clooney), queda en coma irreversible, y los médicos comunican a Matt que deben desenchufarla de forma inminente de las máquinas que la mantiene con vida. Matt tendrá que lidiar con la trágica situación desde varios frentes, que a la vez remiten a las distintos actos del film: sustituyendo a su esposa y ejerciendo de padre “de repuesto” (no pasaba mucho tiempo con su familia debido a su trabajo de abogado), y logrando hacerse con sus dos hijas; tratando de asumir el descubrimiento de la infidelidad de su mujer en coma y gestionando sus emociones al respecto; y afrontando la venta por imperativo legal de unos terrenos heredados que pertenecieron a sus ancestros. Estos tres frentes, estos tres conflictos, se potencian unos a otros, alimentándose en cadena: la revelación por parte de su hija de la infidelidad de su madre marca un punto de inflexión en la relación padre-hija. A su vez, el resultado del viaje (interior y exterior) que emprenden entonces Matt y sus hijas para descubrir la verdad de su esposa, repercute en su decisión final, ya en el último acto, sobre las tierras. 

Payne dirige sin estridencias, pero sin complejos (con un uso irregular e interesado de recursos como cortinillas, voz en off o mapas) un relato esencialmente amable, donde predomina el buenismo de la mayoría de los personajes, empezando por el protagonista, Matt King (genial Clooney directo al Oscar, en un registro más vulnerable que de costumbre), un 'santo job' que nunca pierde la paciencia e intenta hacer siempre lo correcto, y que es capaz finalmente de asumir la dolorosa verdad con entereza y dignidad. Tal personaje, que en otras manos hubiese podido parecer demasiado perfecto y plano, demasiado soso, gracias a Payne y sobre todo a Clooney, resulta tremendamente humano. Como humanos, redondos y más o menos dignos resultan todos los demás personajes (desde la hija mayor hasta incluso los más susceptibles de resultar abyectos) pues la visión del director es tan comprensiva y compasiva como el propio protagonista


“Los descendientes” toca grandes temas como la muerte de un ser querido o el adulterio, en clave menor y ritmo relajado, sin sobresaltos, sin grandes giros de guión, manteniendo en todo momento un tono entre el drama y la comedia, “atmósfera narrativa” complicada, que consigue alternando momentos de drama, (filmados con delicadeza y sin caer nunca en melodramático), como la revelación de la infidelidad de la esposa de Matt, por parte de su hija, con alivios cómicos que relajan la tensión (Matt corriendo patético a casa de sus amigos), para volver a aumentarla de nuevo, cuando el protagonista, en una memorable escena, intenta sacarles a sus amigos el nombre del tipo con quien su mujer le engañaba. No es que Payne invente esa atmósfera narrativa, que recuerda a la de producciones como las geniales 'American Beauty' (que sin embargo tiene una mordacidad y una acidez de las que carece la cinta de Payne) o incluso las primeras temporadas de 'Breaking Bad', serie que también toca las misma cuestiones de la enfermedad terminal o el adulterio en una clave parecida (aunque menos realista y más oscura, entre el thriller y el humor negro). Y sin embargo, ese tono de tragicomedia honesta y realista resulta un gran acierto, ya que refleja con gran realismo la propia experiencia vital, pues efectivamente, a menudo en nuestro día a día, drama y comedia se dan la mano. “La propia vida tiene un tono que incluye esos registros diferentes”, afirma Payne. 


Pero lo que hace que “Los descendientes” sea una gran película, en mi opinión, lo que la convierte en un film tremendamente emocionante, es lo que Carlos F. Heredero, en Cuadernos de Cine, llama su “amplitud moral”. Una ambivalencia emocional, opuesta al maniqueísmo (y casi políticamente incorrecta), que permite, por ejemplo, mostrar a King abroncando a su adúltera esposa en coma, o casi deleitándose, de pura rabia, al anunciar a sus amigos la muerte inminente de Elisabeth; arrastrando, en fin, un resentimiento hacia ella durante toda la película, sin por ello dejar de quererla ni un instante. Y es que aquí no hay malos ni buenos, sino conflictos puramente humanos, de sentimientos, de expectativas, de necesidades

Ambientada (como si se tratase de una metáfora de su propia gama cromática) en un Hawaii diferente, más urbano y real, sin renunciar a la postal turística en las escenas de la playa, “Los descendientes” es una película honesta y reconfortante, de apariencia sencilla e interior complejo, un notable film que sólo flojea algo (en mi opinión) en su clímax, justo cuando la hasta entonces equilibrada balanza dramática se inclina mínimamente hacia lo lacrimógeno, perdiendo parte de su fuerza. Un must-see de este año cinematográfico que empieza, que confirma a Alexander Payne como una de las voces más propias (y sin necesidad de alzarla demasiado) del cine americano actual.

"Los descendientes" se estrena en España el 20 de Enero. 

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