22/1/13

La banda Picasso (2012): el 'robobo' de la Gioconda


En primer lugar, un consejo: si habéis olvidado ya las clases de Historia del Arte, poneos al día antes de verla. Buscad en la Wikipedia “Pablo Picasso” y “Robo de la Gioconda”. De lo contrario, os veréis arrojados a un universo bohemio de relaciones y de referencias que no sabréis apreciar, porque, entre otras cosas, Colomo es incapaz de introducirnos en él, de presentarlo de una forma comprensible y entretenida. Se da demasiado por supuesto. Pero tranquis, que yo os lo explico.

En 1911, Pablo Picasso y su amigo Guillaume Apollinaire fueron acusados como cómplices del robo de la Gioconda del Museo del Louvre. Las sospechas se basaron en su costumbre de comprar objetos robados del museo por Gery Pieret, un aventurero un amigo de Apollinaire, a quien la policía creía también autor del robo de la Gioconda. Varios años mas tarde, fue detenido el auténtico autor del robo, el italiano Vicenzo Peruggia, un guardia de seguridad del museo que alegó haberla robado para devolverla a su país, aunque parece ser que los motivos reales eran menos patrióticos.

Este hecho sirve de arranque, y de excusa (barata) para retratar a un joven Picasso (interpretado por el semidesconocido Ignacio Mateos) en sus primeros años en Francia, y sus correrías junto a los poetas Apollinaire, Max Jacob y el escultor catalán Manolo Hugué (Jordi Vilches). También se pasean por la historia Fernande, su primer amor, Georges Braque (impulsor junto a Picasso del cubismo), o Henri Matisse, con quien Picasso mantuvo cierta rivalidad.

Colomo reconoce que la versión final del guión está construida por sustracción, es decir, eliminando cosas de las primeras versiones por que no podía incluirlo todo en el metraje. Y se nota. El guión carece de una unidad narrativa, y se dedica a seguir, a la deriva, los hechos de aquel periodo de la biografía de Picasso (su amistad con Apollinaire, el retrato de Gertrude Stein, la ruptura que supuso “Las señoritas de Avignon”, el encuentro con Braque, el robo de la Gioconda, etc.) en un pastiche narrativo à la Colomó que se bifurca continuamente en múltiples líneas a medida que se van añadiendo personajes y hechos sin que la historia acabe nunca de arrancar en ninguna de las direcciones. Una hora de película y uno aun no sabe muy bien de que va, cual es el conflicto, cual es la historia. El robo de la Gioconda no sucede hasta el cabo de una hora aproximadamente. Hasta entonces, idas y venidas de personajes y correrías varias sin objetivo claro ni, por tanto, interés.

 "Uhm...esa Gioconda me está mirando mal...¿nos la pinchamos?"

El film nunca acaba de encontrar un tono, ni qué historia nos quiere contar: como comedia alrededor de la figura del genio no es “Shakespeare in love” (John Madden, 1998), y tampoco funciona como acercamiento dramático al pintor y su fascinante personalidad (tan genial como insoportable, al parecer). Ni siquiera es una película de robos: el robo de la Gioconda queda reducido a un mero ¿McGuffin?, a un gancho comercial sin un peso central en la historia. “La banda Picasso” se acaba quedando en una comedieta ligera sin chicha ni limoná. El Picasso de Colomo resulta un Picasso de comedieta, totalmente olvidable. Su reacción final (spoiler), desentendiéndose de Apollinaire, más que humana,  resulta incomprensible, miserable, por que tras tanta correría de bodevil barato, nos damos cuenta de que no conocemos al personaje, de que no podemos comprenderlo. Por que aunque Colomo se ciña a la realidad de lo sucedido, hay muy poca verdad cinematográfica en su Picasso.

Lo de rodar en un descarado digital una historia como esta también resulta bastante inexplicable. Parece mentira que detrás de la fotografía plana y poco contrastada esté el gran José Luis Alcaine. Y qué decir de la dirección de arte y el vestuario (nominado al Goya, supongo que por reconocer el esfuerzo de documentación y confección), dignos de cualquier capítulo de “Amar en tiempos revueltos”. Todo es tan de cartón piedra, falto de textura, de vida... En fin, lo de la ambientación histórica en el cine y las series españolas da para otro post.

Quizá Fernando Colomo haya inventado un nuevo movimiento cinematográfico, y su nueva película sea un hito como lo fue “Las señoritas de Avignon” para la pintura del siglo XX. Quizá yo sea demasiado obtuso para entender la grandeza de su nuevo film. Porque me siento igual que los primeros artistas y críticos que vieron el atrevido cuadro de Picasso por primera vez: no entiendo nada. Pero debo de ser yo.

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