Ralph Fiennes debutó en la dirección (y lo digo en pasado por que aunque el film llegué ahora a nuestras pantallas, es ¡de 2010!) adaptando una de las obras de Shakespeare quizá menos conocida por estos pagos: “Coriolanus”, una tragedia romana sobre la caída del poderoso y orgulloso guerrero Caius Maritus Coriolanus.
Caius Martius (Fiennes),
es un mando del ejército de un valor inigualable en su defensa de Roma. Sin
embargo, el pueblo le considera un “perro” del poder, por su altiva y
despectiva forma de tratar con él. Tras ganar Coriola a los
volscianos, unos rebeldes liderados por Aufidio (Gerald Butler), Martius es
nombrado “Coriolanus”, y es propuesto para senador. Pero Martius es un hombre
rudo, un guerrero, y desprecia al pueblo tanto como el pueblo le desprecia a
él. Su orgullosa madre (Vanessa Redgrave), quien siempre le alienta en la
batalla, le ruega ahora que reconsidere su postura orgullosa y se entregue el
pueblo. Sin embargo, Martius es un animal poco sociable, y merced a su
inflexible postura y a las intrigas de unos senadores corruptos, se ve
definitivamente repudiado por el pueblo y desterrado de Roma. En el exilio, se
unirá a Aufidio y los volscianos para saciar sus ansias de venganza contra el
pueblo de Roma.
Aviso para navegantes:
este es un film extraño, quizá incómodo. La apuesta no es arriesgada por novedosa, sino por extraña.
No es la primera vez que se adapta a Shakespeare trayéndoselo a la actualidad,
o conservando simplemente la esencia de alguna de sus obras. Aunque pueda
parecer fuera de lugar poner como ejemplo ‘El Rey León’ (1994), el éxito
de Disney estaba
inspirado por Hamlet, pero tenía tanta entidad propia que muchos
espectadores ni siquiera conocen ese dato. En cambio, el
argumento y los personajes de “Coriolanus” carecen de vida propia más allà de el libreto de el
Bardo, y no logran en absoluto (ni siquiera lo pretenden) distanciarse de él.
Perdona, ¿acabas de compararme con "El Rey León"? Chicos...deshaceos de él.
Y es que Fiennes,
empezando por el título, adapta la obra ‘a pelo’, sin ocultar el artificio. Mantiene intacto el
argumento (incluyendo la estructura política de senadores y patricios) y los
diálogos, y simplemente cambia las espadas por los fusiles de asalto, los foros
por los platos de televisión, y la Roma de Shakespeare por
una Roma difusa, que podría ser una ciudad cualquiera (el film está rodado en
Serbia). Es por ello que al espectador desprevenido le puede costar entre cinco
y diez minutos entender qué demonios está pasando, al ver unos personajes
actuales (el pueblo, el ejército, los políticos), declamando en inglés de la
época isabelina.
La arriesgada puesta en
escena requiere un alto grado
de suspensión de la incredulidad, y la voluntad de entrar en el juego, como sucedía, por
ejemplo, en Dogville (Lars Von Trier, 2003). Sin embargo, y
a diferencia de aquella, la apuesta de Fiennes resulta (en mi opinión) un
error.
El film empieza con una
asamblea del pueblo en la que deciden asaltar el alamcen de grano y matar a
Martius. Resuenan los ecos de la indignación del 15-M, y uno (desconocedor de
la obra) cree que quizá la cosa vaya por ahí. Pero pronto nos damos cuenta de
que no, el film empieza a tomar tintes de tragedia clásica con Martius como
atormentado protagonista y el pueblo se ve reducido a una masa difusa y
voluble, de un simplismo indigno de cualquier intento de paralelismo con la
realidad actual. Entonces, si Fiennes no pretende establecer dicho paralelismo,
si no pretende hacer una nueva lectura de la obra en claveindignada, antimilitarista, o en cualquier
clave actual, entonces cabe preguntarse qué aporta traerse la obra a la
modernidad, aparte de un diseño de producción más barato, y la
posibilidad de rodar unas escenas de acción a lo Call
of Duty, que por otro lado resultan demasiado confusas y
sobrecargantes.
El resultado es un film extraño, que se queda en un terreno de nadie.
Por un lado, argumentalmente se ciñe demasiado a la obra original,
una tragedia clásica, como para generar la necesaria empatía: Martius es un personaje
potente, como el de su madre, pero Aufidio no permite a Butler lucirse en
exceso (o viceversa) y una Jessica Chastain pre-nominación es poco más que un
adorno floral. Por el otro, la puesta en escena carece de los elementos de
ambientación necesarios como para hacernos viajar a la Roma que inspiró a
Shakespeare (como en las adaptaciones clásicas de Kenneth
Branagh) o a cualquier otro lugar interesante (como sucedía por ejemplo en Romeo+Julieta(1996), de Baz
Luhrmann). Como
dijo Carlos Boyero con gran
precisión, "todo lo que sale por la boca de esos hombres que luchan por el
poder merece la pena de ser oído, pero las imágenes que lo sustentan son
inmediatamente olvidables".
Solo cabe reconocerle a "Mr. Fitness" (Monidala dixit) la arriesgada y noble apuesta elegida para su debut, y la entrega
al proyecto que se percibe tras su interpretación de Caius Maritus Coriolanus, una de
las más contundentes que
recuerdo últimamente.
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