Igual suena ventajista, pero siempre
he tenido una relación de amor-odio con la forma de entender el fútbol que
tiene el Barça. El Barça es "asín", y siempre lo ha sido, al menos desde Cruyff
(que es, justamente, desde que servidor tiene uso de razón culé). Capaz de lo
mejor y de lo peor. Empezando por
Messi, el Barça es capaz de pulverizar
cifras en la victoria, pero también en la derrota, como sucedió ayer.
Siempre digo que mi peor recuerdo
culé es la final de Atenas. Me pilló en plena adolescencia, ya sabéis, esa
fábrica de traumas. Hoy en día, uno es capaz de relativizar estas cosas, y humillaciones
así ya no duelen tanto. He vivido muchas victorias mágicas (recuerdo con
especial cariño la Champions de Paris, o el 2-6 en el Bernabeu) y miles de derrotas
dolorosas (el 4-2 con el Chelsea, por citar la primera que me viene). Pero esta
eliminatoria contra el Bayern guarda ciertas similitudes con aquella final de Atenas: ayer el Barça no sólo perdió, además
hizo el ridículo.
Le sucedió lo mismo con el Milán
en el 94. Los dos mejores equipos de Europa del momento se iban a enfrentar en
una final de la Champions. El Dream Team
de Cruyff y el catenaccio rossoneri. El
planeta futbol mirando. Capello maniató a Guardiola y con él al Barça. El resto
es historia: patada en la boca y fin de ciclo. ¿Os suena de algo?
Y es que ése el lado oscuro de la excelencia. El Barça asume tanta presión en cada partido que es normal que cuando algo se tambalea un poco el edificio entero se derrumbe. No sólo debe ganar, además debe alcanzar la excelencia, algo que ningún otro equipo del mundo se plantearía. Por ello, cuando al Barça no le sale su juego, se hace el hara-kiri. No tiene punto medio. O está sublime, y parece un huracán de fútbol imposible de detener, o parece un equipo de juveniles incapaz de competir. Porque este Barça lo hace todo a lo grande: ganar o estrellarse.
Imágen adapatada de la original de @RealMadness
Y es que ése el lado oscuro de la excelencia. El Barça asume tanta presión en cada partido que es normal que cuando algo se tambalea un poco el edificio entero se derrumbe. No sólo debe ganar, además debe alcanzar la excelencia, algo que ningún otro equipo del mundo se plantearía. Por ello, cuando al Barça no le sale su juego, se hace el hara-kiri. No tiene punto medio. O está sublime, y parece un huracán de fútbol imposible de detener, o parece un equipo de juveniles incapaz de competir. Porque este Barça lo hace todo a lo grande: ganar o estrellarse.
Eso que ahora llaman la carencia
de un ‘plan B’, ha pasado desde siempre. Y no sólo en cuanto a variantes
estratégicas, sino en cuanto a concepto futbolístico. La versión oficial es que
el Barça, cuando pierde, lo hace defendiendo su estilo, pero qué queréis que os
diga. Se puede perder una semifinal de Champions, faltaría más. Lo que es
inadmisible es que te endosen un 7-0 en el global. Si no puedes marcar, al
menos no seas un coladero. Si el rival es superior (que lo era), si no tienes
el día, o el año (que no lo tenemos), lo
que hay que defender es la honra, por encima del estilo. Porque el planeta
fútbol está mirando.
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